Acoger a las personas que llegan a nuestros barrios no es sólo proporcionar techo y comida. Queremos trabajar el acompañamiento y la orientación para fomentar el proceso de integración de estas personas en nuestro país.
La acogida y el acompañamiento forman parte de la esencia de nuestro trabajo como sector social y son fundamentales para generar cambios a favor de la solidaridad y la inclusión. Un ejemplo de acogida es el proyecto Gauean-Uretamendi, que proporciona un lugar donde jóvenes migrantes en situación de exclusión residencial pueden pasar las noches en compañía de voluntarios, con los que van tejiendo lazos de compañerismo y amistad. Gauean permite a los jóvenes centrarse en sus procesos formativos, a la vez que crean vínculos de solidaridad.
Además, a mediados de diciembre ya se habían acogido a casi 100 personas varias comunidades de hospitalidad de Madrid, comunidades de jesuitas, familias cercanas a la Compañía y también comunidades educativas jesuitas. Las familias acogidas se encontraban en tránsito hacia otros destinos y estuvieron acogidas y acompañadas durante el tiempo que pasaron en Madrid. También en la capital somos miembros de la Red Solidaria de Acogida Bienvenidxs Refugiadxs con los que participamos en estos procesos de acogida, inclusión e incidencia pública.
Adel, Hanan, sus cuatro hijos (Rami de 16 años, Nidal de 14, Ahmad de 7 y Youcef de 5 años, estos dos últimos, autistas) y Rogaya, madre de Adel de 80 años, son una de las familias que fueron acogidas en Madrid. Adel es palestino pero vivía en Siria trabajando como médico. De donde salieron hace más de tres años huyendo de la guerra.
Adel explica las razones de su huida, que les han llevado a recorrer 11 países: “En Siria ahora mismo es peligroso ser doctor por muchas causas. Mi trabajo es curar a todos, cualquiera que esté mal debo tratarlo. Pero algunas fuerzas en Siria, no quieren entender esto: Esto significa que si tratas a estas personas de otras fuerzas ‘tú eres nuestro enemigo’”.
Tras un largo viaje llegaron a Argelia, pero al no poder trabajar allí, se vieron forzados a entrar en Marruecos de manera ilegal: “Pagué 300 dólares por cada persona a la policía marroquí, pero los niños pequeños no pagaban, ¡estaban de oferta!” –dice con humor- “Antes, si me hubiera cruzado con algún mafioso hubiera salido corriendo, pero en esta situación la única oportunidad era negociar con ellos: Mis niños estaban sin futuro, yo estaba sin futuro, mis hijos sin tratamiento para el autismo… Así que como padre debía pensar en mis hijos, no tuve otra elección”.
Al preguntarle qué le diría a los ciudadanos y gobiernos europeos afirma “Lo primero, les pediría perdón por el comportamiento de algunos sirios o palestinos. En todas las poblaciones hay gente buena y gente mala. Que algunas personas de Siria o Palestina hayan actuado mal, no significa que todos hagamos lo mismo. También les diría que la mayoría de sirios y palestinos estaban viviendo en calma y tenían buenas vidas. Así que espero que los ciudadanos europeos no nos miren como mendigos. No somos mendigos”.
Y antes de despedirse afirma: “Lo único bueno del viaje ha sido que estamos encontrando gente buena que nos ayuda”.