Maya Yakooub trabaja desde hace cuatro años para el Servicio Jesuita a Refugiados en Líbano. Como coordinadora de educación, desarrolla proyectos en ocho centros de educación en cuatro ciudades: Biblos, Borj-Hammoud (en Beirut), Beqaa y Baalbeq.
¿Cómo abordáis la educación para las personas refugiadas procedentes de Siria?
Normalmente hemos seguido el programa oficial de educación de Líbano, pero desde noviembre de 2015, el gobierno permitió la entrada de los niños y niñas refugiados al sistema público. Por tanto, decidimos cambiar y poner en marcha el servicio de guardería, que no se ofrecía en la mayoría de los centros educativos. Tenemos niños de entre 4 y 6 años, incluso alguno de 3, divididos en KG, KG2 Y KG3 (‘KinderGarden’). Cuando terminan el KG3, les insertamos en los colegios públicos libaneses y les conseguimos los certificados de estudio, para cuando vuelvan a sus países o salgan de Líbano. Además, una vez terminan la guardería, tenemos un programa donde estudiantes de 1º a 9º vienen por la tarde para apoyo de idiomas, clases de informática y ayuda con los deberes.
¿Con cuántos refugiados trabajáis?
En Beqaa tenemos 2.000 niños y niñas, en Bourj Hammoud aproximadamente 1.100. Además tenemos clases para personas adultas de alfabetización y sensibilización. Por ejemplo, en Bourj Hammoud hay unas 40 mujeres en actividades formativas. Ponen mucho interés…
El programa para los jóvenes tiene también un grupo de apoyo social para ayudarles con sus problemas psicológicos porque muchos llegan con traumas que requieren de atención psicológica e incluso psiquiátrica. Además de psicólogos, desde 2015 hemos implementado un programa psiquiátrico para acompañarles y tratarles.
Desde tu experiencia, ¿puedes describir las principales características de los niños a lo que ayudáis?
Lo primero de todo es que los niños tienen derecho a ser educados. Es un derecho, vengan de donde vengan, sea más fácil o más difícil. No trabajamos sólo educación sino que también hacemos visitas a las casas para ayudar a las familias física o psicológicamente. En el plano psicológico, les ayudamos a superar el estrés, charlamos con sus madres, les acompañamos… Esto es muy, muy importante. Por otro lado, les proporcionamos canastas de alimentos y bolsas de higiene. Muchas familias viven en pequeñas habitaciones, incluso hasta 13 personas en el mismo cuarto.
Los niños están felices de poder asistir al colegio. Es un lugar en el que les quieren, les tratan bien, hacen amigos, hay gente que les conoce. Después de un curso puedes ver en ellos grandes progresos en lo académico y en lo afectivo. La educación es esencial para todos, especialmente para las personas refugiadas. ¡Cómo no van a necesitar educarse! ¡Tienen que construirse de nuevo! ¡Como todas las personas! ¡Por eso la educación es un derecho!
Personalmente, me siento orgullosa de ser parte del Servicio Jesuita a Refugiados. ¡Amo lo que hago! Cuando veo a la sonrisa en la cara de los niños, cuando alguien está feliz, cuando alguien necesita algo y se lo proporcionamos, ver a los niños y niñas felices, ver que se gradúan, que cantan… Es todo lo que necesito.